miércoles, 18 de abril de 2012

Tan oscuro, tan claro ..

Era tan extraño... Como si de la vida real se tratase, me acariciaba el pelo, y me secaba las lagrimas, me mecía entre sus piernas. Simplemente que me recorriese la espalda con la yema de su dedo me hacía estremecer y el olor de su cuerpo me envolvía y desenvolvía con tal facilidad, que la cabeza me daba vueltas. Estaba allí, conmigo tranquilizándome. Adentrada en una ráfaga de escalofríos mi cuerpo iba quedando inmóvil, y mis parpados iban al compás de la música de la radio, que siempre nos había acompañado en esos momentos. Solo podía oír como sus palabras hacían un recorrido por mi oído y como si de una carrera se tratase salían repentinamente dejándome con la intriga del final de cada una de ellas. Era desesperante, como me trataba, como era cuando estaba allí conmigo, y sin embargo allí no había nadie. Estaba sola, sola yo y mis ideas, pensamientos e ilusiones, jugueteando en la noche a las adivinanzas. Y esa noche no logré saber quien era, aquel que mecía entre sus piernas, ese que me apartaba el pelo y me acariciaba como si fuese un pedacito de cristal, frágil y chiquito que al mínimo roce con el suelo se rompería. No lo conseguí, y entre el bailoteo de mis parpados, entreví como la oscuridad se apoderaba de mi cuerpo, y me sumergía en un profundo sueño del cual no consigo recordar nada.